Te contamos los sitios imprescindibles que ver en Islandia
¿Alguna vez has deseado estar en un lugar donde la naturaleza te deja completamente sin palabras? El 95% de los viajeros que visitan Islandia afirman haber tenido esta sensación al menos una vez durante su viaje.
Prepárate para descubrir los 10 lugares que ver en Islandia que transformarán completamente tu idea de lo que es un paisaje impresionante.
Entre glaciares milenarios y aguas termales humeantes, Islandia parece un planeta aparte. Un lugar donde las auroras boreales bailan sobre tu cabeza y las cascadas caen con tanta fuerza que puedes sentir la tierra vibrar bajo tus pies.
Pero hay un lugar en particular que los locales consideran mágico y que la mayoría de turistas jamás llega a conocer…
¿Alguna vez has escuchado hablar de la cascada que casi desapareció por culpa de la codicia humana? Pues esa es Gullfoss, cuyo nombre significa «Cascada Dorada» en islandés, y vaya que hace honor a su nombre cuando los rayos del sol iluminan sus aguas, creando un espectáculo dorado que quita el aliento.
La historia de Gullfoss está marcada por una heroína local: Sigríður Tómasdóttir. A principios del siglo XX, cuando unos inversores extranjeros querían convertir la cascada en una central hidroeléctrica, Sigríður se plantó. Caminó descalza hasta Reykjavík (¡más de 100 kilómetros!) para protestar. Incluso amenazó con lanzarse a la cascada si seguían con los planes de construcción.
La leyenda cuenta que Sigríður dijo: «No venderé a mi amiga». Y gracias a su determinación, hoy podemos disfrutar de este tesoro natural. Su historia es tan importante que hay una placa conmemorativa junto a la cascada.
Otra leyenda local habla de un tesoro vikingo escondido en algún lugar detrás de la cortina de agua, protegido por los espíritus de la naturaleza que habitan la zona. ¿Fantasía o realidad? Quién sabe, pero añade un toque mágico a tu visita.
Capturar la majestuosidad de Gullfoss puede ser todo un desafío, pero con estos spots, tus fotos serán de portada:
El mirador superior: Perfecto para fotografiar la panorámica completa de las dos caídas. Desde aquí verás cómo el río Hvítá desaparece abruptamente en la tierra.
La pasarela inferior: Si quieres sentir la fuerza del agua, baja por el sendero hasta llegar casi al borde de la cascada. En días soleados, los arcoíris son frecuentes, ¡así que mantén la cámara lista!
El punto del spray: Para los más aventureros. En verano, puedes acercarte tanto que sentirás la neblina del agua en tu cara. Las fotos desde aquí capturan la inmensidad y potencia de la caída.
Vista desde el este: Un ángulo menos conocido pero igualmente impresionante. Desde aquí, la luz de la tarde crea ese efecto dorado que dio nombre a la cascada.
Pro-tip: Lleva una funda impermeable para tu cámara. El spray de la cascada puede llegar sorprendentemente lejos, especialmente con viento.
La experiencia Gullfoss cambia radicalmente según la temporada:
Verano (junio-agosto)
El agua fluye con máxima potencia gracias al deshielo. Los días son largos (casi 24 horas de luz), lo que te permite visitarla a diferentes horas para apreciar distintas iluminaciones. El camino está completamente accesible y las temperaturas son agradables.
Otoño (septiembre-octubre)
Menos turistas y colores increíbles en el paisaje. El contraste entre la vegetación rojiza y el agua es espectacular para fotografías. Las temperaturas comienzan a bajar, así que abrígate.
Invierno (noviembre-marzo)
La cascada se transforma en un palacio de hielo. Parcialmente congelada, ofrece una vista única que pocos turistas experimentan. El acceso puede ser complicado y algunos senderos se cierran por seguridad. Imprescindible: calzado con crampones.
Primavera (abril-mayo)
El despertar de la naturaleza. La nieve se derrite y la cascada recupera su fuerza paulatinamente. Es temporada baja, así que disfrutarás de mayor tranquilidad.
No te quedes solo con Gullfoss cuando hay tanto que explorar en los alrededores:
Sendero del cañón Brúarhlöð: Un recorrido de 3 km que te llevará por formaciones rocosas esculpidas por el mismo río que alimenta Gullfoss. Las columnas de basalto y los remolinos de agua turquesa te dejarán sin palabras.
Ruta Geysir-Gullfoss: Conecta dos de las atracciones más famosas de Islandia en un trekking de dificultad media. Pasarás por campos geotérmicos donde verás géiseres en erupción antes de llegar a la cascada.
Circuito Highlands: Para los más experimentados. Esta ruta te adentra en el interior salvaje de Islandia, con vistas privilegiadas del glaciar Langjökull, fuente del río que forma Gullfoss.
Camino de Sigríður: Un recorrido corto pero emotivo que sigue los pasos de la heroína que salvó la cascada. Perfecto para familias y principiantes.
¿Te imaginas pararte exactamente donde nació la democracia moderna? En Þingvellir (pronunciado «Thingvellir») no hace falta imaginarlo – ¡lo estás viviendo! Este lugar no es solo un parque bonito; es donde los vikingos islandeses se reunían desde el año 930 para debatir leyes y resolver disputas.
El Althing, como se llamaba esta asamblea, es considerado el parlamento más antiguo del mundo que sigue funcionando (aunque ahora en Reykjavík). Cuando visites, verás la «Roca de la Ley», donde el «Lawspeaker» recitaba las leyes de memoria. ¡Sin papel ni lápiz! Imagina memorizar todas esas reglas sin poder anotarlas.
Lo fascinante es que mientras otros países tenían reyes absolutos, aquí los islandeses ya estaban votando y debatiendo. Es como si hubieran inventado la democracia 2.0 mientras el resto del mundo seguía con la versión beta.
¿Has caminado alguna vez entre América y Europa al mismo tiempo? En Þingvellir puedes hacerlo sin mojarte los pies. El parque está situado exactamente en la grieta donde la placa norteamericana y la euroasiática se separan unos 2 cm cada año.
Cuando caminas por el sendero principal, estás literalmente cruzando de un continente a otro. ¡Una selfie con un pie en cada continente es obligatoria! Las enormes paredes de roca que ves son el borde de estas placas. Esa sensación de pequeñez que sientes no es casualidad – estás presenciando geología en acción.
Las fisuras y grietas que atraviesan el parque no son simples accidentes geográficos. Son la prueba viviente de que nuestro planeta está en constante movimiento. Y no, no vas a sentir terremotos mientras paseas (normalmente), pero estás viendo el resultado de millones de años de fuerzas tectónicas.
El agua en Islandia parece de otro planeta, y Silfra es la joya de la corona. Esta fisura llena de agua es probablemente la más clara que verás en tu vida. ¿La razón? Es agua glacial filtrada a través de lava porosa durante décadas.
Bucear en Silfra es como flotar en el aire. Con visibilidad de más de 100 metros, verás un mundo azul que parece sacado de un cuento de hadas. El agua está tan fría (2-4°C todo el año) que necesitarás un traje seco, pero vale totalmente la pena congelarse un poco.
Si el buceo no es lo tuyo, el simple hecho de mirar la superficie del lago Þingvallavatn es hipnótico. Sus aguas reflejan el cielo como un espejo perfecto, creando fotografías que tus amigos jurarán que has editado.
El sendero Öxarárfoss te lleva a una cascada que parece estar posando para las fotos. Es un paseo fácil de unos 20 minutos que te permite ver la falla tectónica desde arriba.
Para vistas más amplias, la ruta hacia el mirador Hakið es imprescindible. Desde allí, toda la extensión del parque se despliega ante ti como un mapa tridimensional.
Si tienes más tiempo, el camino alrededor del lago Þingvallavatn ofrece vistas más tranquilas y menos turistas. Es perfecto para esos momentos de contemplación donde solo quieres sentarte y absorber la belleza salvaje de Islandia.
Þingvellir no está solo en esta aventura – es la primera parada de la famosa Ruta del Círculo Dorado. Después de empaparse de historia y geología aquí, el camino te lleva directamente a Geysir y la cascada Gullfoss.
La cercanía entre estas atracciones hace que puedas visitarlas todas en un día, aunque te recomendaría dedicarle al menos medio día solo a Þingvellir. La distancia desde Reykjavík es de apenas 45 minutos en coche, lo que lo convierte en una excursión perfecta incluso si tu tiempo en Islandia es limitado.
La mayoría de tours organizados combinan estas tres atracciones, pero si alquilas un coche, podrás visitarlas a tu ritmo y evitar las horas punta cuando los autobuses descargan turistas.
¿Sabías que la Laguna Azul no es solo un sitio bonito para fotos de Instagram? Sus aguas son un verdadero tesoro natural para tu piel y bienestar.
El secreto está en su composición única: aguas cargadas de sílice, algas y minerales como el azufre, sodio y potasio. La sílice es la estrella del espectáculo – ese lodo blanco que todos se ponen en la cara no es marketing turístico, sino un exfoliante natural que deja la piel increíblemente suave.
Para quienes sufren de psoriasis o eczema, un chapuzón aquí puede ser más efectivo que muchas cremas caras. El agua, mantenida a una temperatura perfecta entre 37-40°C, relaja los músculos y mejora la circulación de manera inmediata.
No es casualidad que muchos islandeses consideren estas aguas como su remedio casero favorito para dolores articulares y estrés. La combinación del calor geotérmico con los minerales crea un efecto terapéutico difícil de encontrar en otros lugares.
La Laguna Azul es víctima de su propio éxito. A estas alturas ya lo sabes: es uno de los sitios más visitados de Islandia.
El truco para disfrutarla sin sentirte en el metro en hora punta está en el timing:
Primera hora de la mañana (8:00-9:00): El momento mágico. Pocos visitantes y posibilidad de ver el amanecer reflejado en las aguas (especialmente espectacular en invierno).
Última hora de la tarde (19:00-21:00): Otro momento genial, especialmente en verano cuando aún hay luz hasta tarde.
Evita como la peste: El horario de 11:00 a 15:00, cuando llegan todos los autobuses turísticos desde Reykjavik.
Un consejo que vale oro: reserva tu entrada con al menos 2-3 semanas de antelación, especialmente si viajas entre junio y agosto. La entrada con hora específica es tu mejor amiga aquí.
La Laguna Azul ha evolucionado de ser solo una piscina natural a todo un complejo de bienestar.
El paquete básico te da acceso a las aguas, mascarilla de sílice y la sauna. Pero si quieres llevarlo al siguiente nivel:
Masajes acuáticos: Imagina flotar en el agua mientras te dan un masaje. Sí, es tan bueno como suena.
Tratamientos faciales: Usando productos de la línea Blue Lagoon Skincare, con ingredientes extraídos directamente de las aguas.
Ritual in-water: Una experiencia de 60 minutos que incluye exfoliación con sal marina, mascarilla y masaje.
No te pierdas el restaurante Lava, construido en una pared de lava. Su menú basado en productos locales (prueba el bacalao islandés) es el complemento perfecto después de un día de relax.
La Laguna Azul es espectacular, pero hay opciones menos conocidas que son auténticas joyas ocultas:
Secret Lagoon (Gamla Laugin) en Flúðir es la piscina geotérmica más antigua de Islandia. Más rústica y auténtica, con menos turistas y precios más amables con tu bolsillo.
Mývatn Nature Baths en el norte de Islandia ofrece aguas igualmente ricas en minerales pero con una fracción de los visitantes. Las vistas del paisaje volcánico son impresionantes.
Laugarvatn Fontana combina piscinas geotérmicas con saunas naturales construidas sobre fuentes de vapor. El bonus: puedes probar pan cocido en la tierra geotérmica.
Krauma es una de las nuevas incorporaciones cerca del géiser Deildartunguhver. Aguas termales modernas que mezclan agua hirviendo del géiser con agua glaciar para la temperatura perfecta.
Estas alternativas te dan la misma experiencia terapéutica sin tener que compartirla con cientos de personas tomando selfies.
No exagero cuando digo que Jökulsárlón te dejará sin palabras. Este lago glaciar no siempre existió como lo conocemos hoy. Nació en 1934 como resultado del deshielo del glaciar Breiðamerkurjökull, una lengua del enorme Vatnajökull. Lo fascinante? Cuando se formó apenas medía 2,5 km². Hoy se extiende por más de 18 km².
El cambio climático está acelerando su expansión. Cada año el lago crece aproximadamente 500 metros mientras el glaciar retrocede. Los islandeses tienen un dicho: «Si quieres ver Jökulsárlón, no esperes demasiado, porque nunca será igual dos veces.»
Los enormes bloques de hielo que flotan en sus aguas tienen entre 1.000 y 1.500 años. Se desprenden del glaciar, crean formas imposibles y brillan con tonos azules, blancos y negros gracias a las cenizas volcánicas atrapadas en su interior.
¿Ves esos icebergs desde la orilla? Impresionantes, ¿verdad? Pero navegar entre ellos es una experiencia completamente distinta.
Hay dos tipos principales de excursiones:
En barco anfibio: Duran unos 30-40 minutos y son perfectas si viajas con niños o prefieres algo más estable.
En zodiac: Para los más aventureros. Te acercan mucho más a los icebergs y ofrecen mayor maniobrabilidad.
Los guías locales conocen cada rincón del lago y comparten historias alucinantes. Te explicarán por qué algunos icebergs son azul brillante mientras otros muestran rayas negras. Esas marcas oscuras? Son las «cicatrices» de erupciones volcánicas pasadas.
La mejor temporada para estas excursiones es de mayo a septiembre. En invierno, el lago puede congelarse parcialmente, limitando las opciones de navegación.
A solo unos minutos caminando desde Jökulsárlón está uno de los espectáculos más surrealistas de Islandia: la Playa de Diamantes (Diamond Beach). No, no encontrarás joyas, pero sí algo igual de valioso para cualquier fotógrafo o amante de la naturaleza.
Los icebergs que escapan del lago hacia el océano son devueltos a la costa por las olas, quedando varados sobre la arena volcánica negra. El contraste es simplemente mágico: cristales de hielo brillando como diamantes sobre terciopelo negro.
Cada día, cada hora, la playa cambia. La marea arrastra nuevos trozos de hielo y se lleva otros. A veces encontrarás pequeños fragmentos cristalinos, otras veces bloques enormes que parecen esculturas.
Jökulsárlón no solo atrae a turistas. Es hogar de una variada fauna que ha encontrado en este peculiar ecosistema su paraíso particular.
Las focas son las estrellas indiscutibles. Nadan tranquilamente entre los icebergs, asomando curiosas sus cabezas. A menudo se las ve descansando sobre los bloques de hielo más planos o cazando en las aguas ricas en nutrientes.
El lago también es un festín para los amantes del avistamiento de aves:
Págalos grandes: Estas aves rapaces son expertas ladronas que arrebatan la comida a otras aves.
Charranes árticos: Migran desde la Antártida hasta aquí cada año.
Fulmares: Planean aprovechando las corrientes de aire.
La luz en Jökulsárlón cambia constantemente, creando escenas radicalmente distintas a lo largo del día.
Para conseguir fotos de otro planeta:
Amanecer: El hielo adopta tonalidades rosadas y doradas. Llega temprano para capturar los primeros rayos.
Mediodía: Los azules del hielo destacan más con la luz directa. Ideal para mostrar la transparencia de los icebergs.
Atardecer: Sombras dramáticas y reflejos rojizos. Usa un trípode para capturar la luz menguante.
Sol de medianoche (verano): La luz dorada perpetua crea un ambiente mágico.
Auroras boreales (invierno): Si tienes suerte, podrás capturar el baile verde sobre los icebergs.
Un truco de fotógrafos locales: usa un filtro polarizador para eliminar reflejos no deseados en el agua y resaltar los colores del hielo.
Reikiavik sorprende a cada paso. No es tu típica capital europea con enormes monumentos históricos, sino un lugar donde la arquitectura moderna y colorida se mezcla con edificios de corrugado metal que cuentan historias de adaptación al clima extremo.
El Harpa Concert Hall es simplemente espectacular. Sus paneles de vidrio inspirados en los basaltos islandeses cambian de color según la luz del día. Al atardecer, todo el edificio parece cobrar vida propia con un espectáculo de luces que no te puedes perder.
¿Y qué me dices de Hallgrímskirkja? Esta iglesia futurista parece sacada de una película de ciencia ficción. Sus 74 metros de altura la hacen visible desde casi cualquier punto de la ciudad. El diseño imita las formaciones de lava enfriada típicas del paisaje islandés. Sube a su torre y fliparás con las vistas panorámicas de los tejados coloridos.
La casa Höfði también tiene su encanto. Parece una simple mansión blanca, pero aquí se reunieron Reagan y Gorbachov en 1986, marcando un momento clave en el fin de la Guerra Fría. Y dicen que está habitada por fantasmas. ¿Te atreves a comprobarlo?
La noche reikiavicense es un auténtico subidón. Esta ciudad pequeña esconde una vida nocturna que muchas capitales más grandes envidiarían.
Los bares de la calle Laugavegur se llenan de gente a partir de las 11 PM. Lo mejor es que están todos muy cerquita, así que puedes ir saltando de uno a otro. El típico «bar crawl» aquí es casi una tradición.
La cerveza local es cara (¡bienvenido a Islandia!), pero vale cada corona. Prueba la Einstök White Ale o la Gull, no te arrepentirás.
Los islandeses son música pura. De aquí han salido Björk, Sigur Rós y Of Monsters and Men. Cualquier noche puedes encontrar conciertos en directo en sitios como el Húrra o el Gaukurinn. La movida indie rock de Reikiavik es de las mejores del mundo.
Para los amantes del arte, el Museo de Arte de Reikiavik tiene una colección impresionante. O date una vuelta por las pequeñas galerías del barrio de Grandi, donde los artistas locales exponen obras súper originales.
La comida islandesa ha evolucionado muchísimo. Ya no solo es el temido hákarl (tiburón fermentado) que todos los turistas temen probar.
En Reikiavik encontrarás restaurantes de clase mundial. El Dill fue el primero en conseguir una estrella Michelin en Islandia, usando ingredientes 100% locales. Prepárate para probar platos como cordero ahumado con hierbas árticas o bacalao negro con algas marinas.
Para bolsillos menos profundos, los hot dogs de Bæjarins Beztu Pylsur son legendarios. Hasta Bill Clinton se paró aquí a probar uno. Pídelo «with everything» y disfruta de la combinación de cebolla cruda, crujiente y una salsa especial que te volará la cabeza.
La sopa de langosta islandesa es otro básico que encontrarás en casi cualquier restaurante. Calentita y cremosa, perfecta para los días fríos. Y si te va lo dulce, los «kleinur» (donuts tradicionales) con café son un combo ganador.
Perlan (La Perla) ofrece las mejores vistas de Reikiavik. Este edificio con su cúpula de cristal alberga un museo, pero lo que realmente mola es su plataforma de observación de 360 grados. Desde aquí ves toda la ciudad, el mar y las montañas nevadas en la distancia.
El campanario de Hallgrímskirkja ya lo mencioné, pero insisto: esas vistas merecen la subida en ascensor y las coronas que cuesta. La perspectiva de los tejados coloridos con el océano de fondo es de postal.
Öskjuhlíð es la colina boscosa donde se encuentra Perlan, pero incluso sin entrar al edificio, los senderos te llevan a puntos con vistas increíbles. Perfectos para una caminata relajada lejos del bullicio urbano.
Y si prefieres algo más alternativo, el edificio Þjóðminjasafn (Museo Nacional) tiene una cafetería en la última planta con ventanales enormes y vistas que poca gente conoce. Tómate un café mientras contemplas la ciudad sin las aglomeraciones de los miradores más famosos.
¿Sabes qué es absolutamente mágico en Islandia? Ver el cielo explotar en colores verdes, azules y morados mientras estás rodeado de paisajes de otro mundo. Las auroras boreales en Islandia no son solo un espectáculo cualquiera, son una experiencia que te cambia la vida.
Para cazarlas necesitas oscuridad total y un cielo despejado. Por eso, el período entre septiembre y abril es tu mejor apuesta. Durante el verano islandés, las noches son demasiado luminosas para verlas, ¡incluso a medianoche!
Los mejores lugares para verlas son aquellos alejados de la contaminación lumínica. El Parque Nacional Þingvellir, a una hora de Reikiavik, ofrece vistas impresionantes con sus llanuras y lagos como primer plano. El faro de Grótta en la península de Seltjarnarnes está a solo 10 minutos en coche desde el centro de Reikiavik y es super accesible.
Si quieres irte más lejos, el norte de Islandia, especialmente zonas como Akureyri y el Lago Mývatn, tienen menos nubosidad que el sur, aumentando tus posibilidades.
Capturar las auroras con tu cámara es más fácil de lo que crees. Olvídate del móvil – necesitas una cámara que te permita ajustar manualmente la exposición y el enfoque.
Algunos consejos rápidos que funcionan de verdad:
Lleva un trípode resistente. Las exposiciones largas con pulso tembloroso por el frío son receta para fotos borrosas.
Configura tu cámara: ISO entre 800-3200, apertura lo más amplia posible (f/2.8 o similar), y velocidad de obturación entre 5-20 segundos.
Enfoca al infinito durante el día y marca esa posición con cinta adhesiva.
Incluye algo en primer plano (una montaña, un árbol) para dar dimensión a tus fotos.
Lleva baterías extra. El frío las agota rapidísimo.
Y ojo, lo más importante: disfruta el momento. A veces estamos tan obsesionados con la foto perfecta que nos perdemos la experiencia.
No hay nada como un guía local que sepa exactamente dónde y cuándo mirar. Los tours de auroras boreales están por todas partes en Islandia, pero no todos son iguales.
Las excursiones en autobús desde Reikiavik son las más económicas (entre 40-70€) y te llevan lejos de las luces de la ciudad. Si buscas algo más íntimo, los tours en superjeep (120-200€) acceden a terrenos que los autobuses no pueden, con grupos más pequeños.
Mi consejo personal: busca tours que ofrezcan repetir la experiencia gratis si no ves auroras la primera noche.
También hay cruceros desde el puerto antiguo que te alejan de la contaminación lumínica por mar. ¡Ver las auroras reflejadas en el agua es simplemente espectacular!
La tecnología es tu mejor amiga cuando cazas auroras. Estas son las apps y recursos que realmente funcionan:
Aurora Forecast: muestra predicciones a 3 días con un mapa de actividad en tiempo real.
My Aurora Forecast: incluye alertas personalizadas cuando las probabilidades son altas en tu ubicación.
Vedur.is: la web meteorológica oficial islandesa tiene una sección específica para predicción de auroras.
La escala Kp mide la actividad geomagnética – busca niveles Kp3 o superiores para buenas posibilidades. Además, estas apps suelen incluir cámaras en directo desde diferentes puntos de Islandia.
También puedes unirte a grupos de Facebook como «Aurora Alerts Iceland» donde locales y visitantes comparten avistamientos en tiempo real.
Un último consejo: paciencia. A veces las auroras aparecen cuando menos te lo esperas, durando desde minutos hasta horas. ¡Prepárate para trasnochar por una buena razón!
¿Has visto alguna vez una iglesia que parece un cohete espacial a punto de despegar? La Hallgrímskirkja no es solo una catedral, es el edificio más reconocible de toda Islandia y, sin duda, el lugar que todos los viajeros fotografían apenas pisan Reikiavik.
Con sus 74 metros de altura, esta maravilla arquitectónica domina el horizonte de la capital islandesa. Lo curioso es que cuando la diseñaron en 1937, el arquitecto Guðjón Samúelsson no estaba pensando en naves espaciales, sino en algo mucho más islandés: las formaciones de basalto que emergen cuando la lava se enfría rápidamente. Esas columnas hexagonales que puedes ver en lugares como Reynisfjara y Svartifoss fueron su inspiración.
Muchos turistas no saben que tardaron nada menos que 41 años en terminar de construirla. Empezaron en 1945 y no la inauguraron hasta 1986. Casi medio siglo para crear este símbolo nacional que lleva el nombre del poeta y clérigo Hallgrímur Pétursson, autor de los Himnos Pasionales, una obra fundamental de la literatura islandesa.
El interior de la catedral es sorprendentemente sencillo y minimalista, como suele ser el estilo luterano. Pero la verdadera joya está en su torre. Por unos 1000 ISK (unos 7 euros), puedes subir en un ascensor hasta el mirador y disfrutar de una panorámica de 360 grados de Reikiavik que te cortará la respiración.
Desde arriba, los techos de colores de las casas, el océano Atlántico, las montañas nevadas en la distancia… todo forma un mosaico perfecto que cambia según la luz del día. Si tienes suerte y vas en invierno, incluso podrías ver la aurora boreal desde este privilegiado mirador.
Otro elemento que deja boquiabiertos a los visitantes es su impresionante órgano. Con más de 5.000 tubos y 15 metros de altura, este instrumento, construido por el fabricante alemán Johannes Klais, es una obra maestra tanto visual como auditiva. Los conciertos que se celebran regularmente en la catedral son una experiencia que no deberías perderte si visitas la ciudad durante su temporada.
Delante de la iglesia encontrarás la estatua de Leif Erikson, un regalo de Estados Unidos que conmemora al explorador nórdico que llegó a América casi 500 años antes que Colón. Es otro punto fotográfico imprescindible.
La Hallgrímskirkja no es solo un lugar religioso, es un símbolo nacional, un mirador excepcional y una obra arquitectónica única. Tanto si eres religioso como si no, esta catedral moderna y atípica merece un lugar destacado en tu itinerario islandés. Abre todos los días, aunque los horarios varían según la temporada, así que compruébalos antes de tu visita.
¿Alguna vez has caminado sobre un paisaje que parece sacado de otro planeta? En Mývatn lo harás sin duda. Esta zona al norte de Islandia es pura magia volcánica en estado bruto.
Hverir te dejará con la boca abierta. Imagina un terreno lunar lleno de fumarolas humeantes, lodo burbujeante y colores que van desde el amarillo azufre hasta el naranja intenso. El olor a huevo podrido (por el azufre) forma parte de la experiencia, ¡pero te prometo que vale la pena!
No puedes perderte Dimmuborgir, conocido como «el castillo oscuro». Este laberinto de formaciones rocosas negras parece el escenario perfecto para una película de fantasía. Según las leyendas islandesas, es el hogar de los trolls y elfos. Mientras recorres sus senderos, encontrarás arcos naturales, cuevas y columnas retorcidas que se formaron hace miles de años cuando la lava se enfrió rápidamente.
El cráter Hverfjall domina el horizonte con su forma perfecta. Con 420 metros de altura, este gigante negro te invita a subir hasta su borde. La subida dura unos 15-20 minutos y, aunque empinada, es accesible para casi cualquier persona. Una vez arriba, las vistas de 360° sobre toda la región de Mývatn te dejarán sin palabras.
Las cuevas de Grjótagjá son mi pequeño secreto favorito en Mývatn. Esta fisura volcánica esconde aguas termales cristalinas de un azul intenso. Aunque ya no se permite bañarse debido a su temperatura inestable, el lugar sigue siendo mágico. ¿Te suena familiar? Apareció en Juego de Tronos, en la famosa escena romántica de Jon Snow e Ygritte.
Cerca encontrarás Leirhnjúkur, un área geotérmica activa donde puedes caminar entre corrientes de lava reciente. La última erupción fue en los 80, ¡y todavía sale vapor del suelo! Los senderos de madera te permiten acercarte de manera segura a este espectáculo natural.
Las chimeneas volcánicas de Dimmuborgir merecen especial atención. Estas formaciones tubulares se crearon cuando el gas atrapado en la lava buscó salida hacia la superficie. Hoy parecen esculturas naturales retorcidas que cuentan la historia violenta del nacimiento de Islandia.
¿Cansado de las multitudes en la Laguna Azul? Mývatn Nature Baths es tu alternativa perfecta. Estas aguas termales naturales ofrecen la misma experiencia relajante pero con mucha menos gente.
El agua rica en minerales, especialmente azufre, tiene propiedades curativas para la piel. La temperatura oscila entre 36-40°C, ideal para relajarse después de un día de exploración. Mientras te sumerges, disfruta de las vistas panorámicas del lago Mývatn y los campos de lava circundantes.
A diferencia de la Laguna Azul, aquí no necesitas reservar con meses de antelación. Incluso en temporada alta puedes llegar, pagar la entrada (más económica que la de su famosa prima del sur) y disfrutar sin prisas.
Mývatn significa literalmente «lago de los mosquitos», pero no dejes que eso te asuste. Estos insectos son la base de un ecosistema increíblemente rico que atrae a más de 115 especies de aves.
Durante el verano, este paraíso ornitológico acoge 13 especies diferentes de patos, incluyendo el raro pato havelda. Los avistamientos de águilas, cisnes y el majestuoso halcón gerifalte son frecuentes para los observadores pacientes.
Las orillas del lago están cubiertas por extrañas formaciones llamadas «pseudocráteres», pequeños montículos formados cuando la lava fluyó sobre terreno húmedo. Estos microhábitats albergan una flora única adaptada a las condiciones extremas.
La mejor época para el avistamiento de aves es de mayo a julio. Te recomiendo madrugar o visitar el lago al atardecer, cuando la actividad de las aves es mayor y la luz dorada hace que las fotos queden espectaculares.
Vas a flipar cuando pongas un pie en Reynisfjara. No es una playa cualquiera con arena dorada y palmeras. Aquí la arena es completamente negra, como si alguien hubiera esparcido carbón por toda la costa. Pero lo que realmente te dejará con la boca abierta son esas impresionantes columnas de basalto que se alzan desde los acantilados.
Estas columnas hexagonales parecen una obra arquitectónica meticulosamente diseñada, pero no – es pura magia de la naturaleza. Se formaron hace miles de años cuando la lava se enfrió rápidamente y se contrajo, creando esas formas geométricas perfectas. La cueva Hálsanefshellir, rodeada por estas columnas, parece la entrada a otro mundo.
Muchos visitantes comparan estas formaciones con tubos de órgano gigantes o con un enorme panal de abejas. Y no es casualidad que HBO eligiera este lugar para grabar escenas de Juego de Tronos. ¿Recuerdas Rocadragón? Pues eso.
Los islandeses no son de explicaciones científicas aburridas. Prefieren contar que esos enormes pilares de roca que emergen del mar (llamados Reynisdrangar) son en realidad trolls petrificados.
Según cuenta la leyenda, unos trolls intentaban arrastrar un barco a la orilla durante la noche. Ya sabes que los trolls no pueden exponerse a la luz solar o se convierten en piedra. Pues estos despistados se entretuvieron tanto con el barco que no se dieron cuenta de que amanecía… ¡ZAS! El primer rayo de sol los transformó en las columnas rocosas que ahora contemplamos.
Otra versión dice que dos trolls estaban intentando hundir un barco de tres mástiles cuando salió el sol. Ahora están condenados a mirar eternamente hacia la costa. Da un poco de yuyu pensar en ello mientras contemplas el atardecer, ¿verdad?
Ojo, que esta playa no es para bañistas. Las olas de Reynisfjara son traicioneras y mortales. Se conocen como «olas asesinas» o «sneaker waves» porque aparecen sin previo aviso y con una fuerza brutal.
Nunca, y repito, NUNCA des la espalda al océano en esta playa. Cada pocos años algún turista muere arrastrado por estas olas. La corriente es tan fuerte que es prácticamente imposible nadar de vuelta.
Mantente siempre a una distancia segura del agua – como mínimo 20-30 metros. Y si tienes niños, mantenlos bien agarrados. Parece exagerado hasta que ves la potencia con la que rompen esas olas.
Después de empaparse de la belleza oscura de Reynisfjara, date una vuelta por Vík, el pueblo más cercano. Es diminuto (apenas 300 habitantes), pero tiene su encanto con esa iglesia blanca en lo alto de la colina que parece sacada de un cuento.
A unos kilómetros al este encontrarás Kirkjubæjarklaustur (sí, impronunciable). Los locales lo llaman «Klaustur» a secas. Tiene cascadas preciosas y formaciones de columnas basálticas adicionales.
Si sigues hacia el oeste, Skógar merece parada obligatoria para ver su impresionante cascada Skógafoss y su museo folclórico, donde entenderás mucho mejor cómo sobrevivía la gente en esta isla tan extrema.
Ninguno de estos pueblos es especialmente grande o lleno de atracciones, pero tienen ese encanto auténtico islandés que no te puedes perder.
¿Alguna vez has visto miles de aves marinas volando sobre tu cabeza mientras te asomas a un precipicio de 440 metros? En Látrabjarg vivirás esta experiencia única. Este acantilado no solo es impresionante por su tamaño, sino porque es el hogar de millones de aves marinas.
Entre mayo y agosto, este lugar se convierte en un espectáculo natural increíble. Frailecillos, alcatraces, araos y otras especies anidan aquí. Los frailecillos son las estrellas del show – esas adorables aves con picos coloridos que parecen pequeños payasos del mar. Se acercan tanto que casi podrías tocarlos (aunque mejor no lo intentes).
La mejor hora para visitarlo es al atardecer, cuando miles de aves regresan a sus nidos. El sonido de sus aleteos y llamadas llena el aire. Una locura de sonidos y movimientos que te dejará sin palabras.
Eso sí, ten mucho cuidado al acercarte al borde. No hay barreras de seguridad en muchas zonas y el viento puede ser traicionero. La regla aquí es clara: túmbate boca abajo para asomarte. Tu vida vale más que una foto perfecta.
A pocos kilómetros de los acantilados te espera otra maravilla: Rauðisandur. ¿Una playa roja en Islandia? Pues sí, y es espectacular.
El contraste entre el rojo-dorado de la arena, el azul del océano y las montañas nevadas al fondo crea un paisaje que parece de otro planeta. El color de la arena cambia según la luz, pasando del dorado al rojizo intenso.
La playa se extiende por 10 kilómetros, y lo mejor es que casi siempre estará vacía. Podrás caminar sin cruzarte con nadie, solo acompañado por el sonido de las olas y alguna foca curiosa que se asoma a lo lejos.
Para llegar tendrás que conducir por una carretera de montaña bastante empinada (Örlygshafnarvegur), pero el esfuerzo merece totalmente la pena. Si necesitas reponer fuerzas, el Café Rauðisandur sirve unos bollos de canela caseros que son un pedacito de cielo.
Los fiordos del oeste son uno de los mejores lugares de Islandia para avistar ballenas, y no hablo de esas excursiones masificadas. Aquí la experiencia es mucho más íntima y salvaje.
Desde Patreksfjörður y Húsavík salen excursiones en barcos pequeños donde tendrás la oportunidad de ver ballenas jorobadas, minke e incluso la enorme ballena azul. La ventaja de hacerlo desde los fiordos occidentales es que hay muchos menos turistas y los grupos son reducidos.
No solo verás ballenas. Las focas son habitantes comunes de estas costas y suelen descansar sobre las rocas. También podrás observar delfines, marsopas y una variedad increíble de aves marinas. La mejor temporada es entre junio y septiembre, cuando las aguas están más calmadas.
Lleva ropa de abrigo aunque sea verano – el viento en alta mar puede ser muy frío. La mayoría de los tours incluyen monos térmicos, pero unas capas extra nunca están de más.
Los fiordos están salpicados de pequeños pueblos que parecen haberse quedado congelados en el tiempo. Ísafjörður es el más grande de la región, pero aun así mantiene ese aire de pueblo donde todos se conocen.
Las casas de madera pintadas de colores brillantes, con sus tejados de chapa ondulada, crean un paisaje urbano único. Muchas de ellas fueron construidas a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando la industria pesquera estaba en su apogeo.
Bildudalur, conocido como «el pueblo de los monstruos marinos», tiene un curioso museo dedicado a las criaturas legendarias que supuestamente habitan las profundidades de los fiordos. Los locales te contarán historias sobre avistamientos con total seriedad.
Patreksfjörður, con apenas 650 habitantes, es otro pueblo que merece una parada. Su piscina geotérmica al aire libre ofrece unas vistas increíbles del fiordo mientras te relajas en aguas calientes.
Lo mejor de estos pueblos es su autenticidad. No encontrarás tiendas de souvenirs en cada esquina ni restaurantes diseñados para turistas. La comida es fresca y local – prueba el bacalao recién pescado o el cordero islandés.
Recorrer los fiordos occidentales no es un paseo por el parque. Las carreteras son estrechas, a menudo sin asfaltar y con curvas cerradas que bordean precipicios.
El clima puede cambiar en cuestión de minutos. Un día soleado puede convertirse en una tormenta de nieve incluso en verano. Comprueba siempre el pronóstico antes de salir y mantén el depósito lleno – las gasolineras escasean.
Alquila un 4×4 para esta zona. No es una sugerencia, es casi obligatorio. Muchas carreteras secundarias son solo accesibles con vehículos todoterreno, y tendrás que cruzar ríos sin puentes en algunos casos.
Las distancias pueden engañar. 100 kilómetros en los fiordos pueden llevarte 3-4 horas debido a las condiciones de las carreteras. Planifica bien tus tiempos y no intentes abarcar demasiado en un solo día.
El aislamiento es real. No esperes tener cobertura móvil constante. Descarga mapas offline y lleva una guía física. Informa siempre a alguien de tu ruta y cuándo esperas llegar a tu destino.
¿Cuál es la mejor época para visitar Islandia?
Depende totalmente de lo que quieras ver. Si vas por las auroras boreales, septiembre a marzo es tu momento, con los meses más oscuros (diciembre-enero) ofreciendo más horas de caza. Para ver el sol de medianoche, junio y julio son perfectos. La temporada alta es junio-agosto con clima más predecible y todas las carreteras abiertas, pero también con más turistas y precios elevados. Septiembre-octubre tiene colores otoñales espectaculares y menos gente. Yo personalmente recomiendo mayo o septiembre: buen equilibrio entre clima, precios y cantidad de turistas.
¿Se puede recorrer Islandia en coche alquilado?
¡Claro que sí! Es la manera más popular de explorar la isla. Pero ojo, no es como conducir en España. Necesitas estar preparado para:
Carreteras de grava (muchas)
Cambios climáticos repentinos
Vientos fuertes que pueden dañar las puertas del coche
Cruces de ríos en las rutas F (highlands)
Para la Carretera 1 (Ring Road) basta un coche normal en verano, pero si planeas aventurarte a los highlands necesitas obligatoriamente un 4×4. Además, contrata todos los seguros posibles. No es ser exagerado, es ser inteligente. Los daños por arena y ceniza volcánica son comunes y carísimos si no tienes la cobertura adecuada.
¿Cuántos días necesito para ver Islandia?
La pregunta del millón. Para hacer la Ring Road completa, necesitas mínimo 7 días, pero 10-14 días es lo ideal para no ir corriendo. Si solo tienes 4-5 días, mejor concéntrate en el sur y suroeste (Reykjavik, Círculo Dorado, Vik). ¿Quieres verlo absolutamente todo, incluyendo los fiordos del oeste y los highlands? Entonces estamos hablando de 2-3 semanas.
Recuerda que las distancias engañan. 200 km en Islandia pueden tomarte 3 horas o más porque estarás parando constantemente para fotografiar paisajes que parecen de otro planeta.
¿Necesito hablar islandés?
Para nada. Prácticamente todos los islandeses hablan inglés perfectamente, incluso en zonas rurales. Los menús, señales y atracciones turísticas están en inglés. Pero aprender algunas palabras básicas siempre es un detalle que los locales aprecian:
Góðan daginn (buenos días)
Takk (gracias)
Skál (salud)
A continuación podrás ver todos los viajes que tenemos para disfrutar de Islandia